Ella pensó que estaba muy cansada. Pero realmente cansada. ¿Por qué? Es obvio, se dijo:
– Es por toooda la familia, por los padres que no la entendían, por los hijos que no hacían nada de lo que ella quería, por el infeliz y miserable del ex que le fallaba siempre con el poco y escaso dinero que aportaba, por las cosas que subían cada vez que iba al supermercado, por los tíos que la presionaban, sin decir las primas que eran unas parásitas y, así… y así, suma y sigue.
Pensó que debería irse un tiempo, aislarse del mundo que la rodeaba y descansar. No pensar en nada.
Entonces se fue a un Hotel que tenía termas y, una vez que llegó, lo primero que comprobó fue que no había señal de teléfonos.
Pensó: – eso es muy bueno, pues no sabré de nada y de nadie. Después, descubrió que tampoco existía wifi como ella esperaba. Si había, pues el Hotel no había mentido en la publicidad, simplemente, el wifi permitía conectarse algo así como dos segundos por hora y a una velocidad de tortuga, para pronto desconectarse.
En el Lobby del Hotel, el Concierge le dijo que justo el wifi estaba así ahora, que en general era muy muy bueno y, que durante algún momento de las próximas semanas, con suerte, esperaban que se arreglara.
El primer día pasó de forma muy leeeeeenta, pues cada vez que quería descansar, un pensamiento sobre:
– hijos
– padres
– dinero
– trabajo
la asaltaba y sentía que estaba aislada del planeta, de la galaxia y de su universo.
El segundo día ya no le cabía en la cabeza la idea de ir a la piscina termal a perder el tiempo, con todo lo que podría estar pasando y que ella no tenía idea.
Vaya a saber qué caos existiría cuando volviera.
Todavía le quedaban siete días…
Entonces, se preguntó quien había tenido esa idea tan, pero tan estúpida de aislarse de su vida, que en el fondo, era lo que realmente le gustaba.
No quiso responderse.
Tomó sus cosas y se devolvió.
Feliz.