¿Te ha pasado que creías en personas que se suponía que lo lograrían, que te habían prometido y jurado que ciertas cosas se darían, e incluso asegurado que algunas experiencias serían fenomenales, pero después nada de eso se dio como lo esperabas?
También puede que conozcas a personas a quienes nunca les resultan las cosas, o que siempre tienen problemas en el trabajo, ya que todos –y en todas partes– se confabulan en su contra.
Claro que nos ha pasado a todos.
En términos de estadística, tendemos a pensar que las personas son confiables y que sus razones son plausibles.
Dentro de esto, es muy significativo el hecho de que está el afecto, el cariño o el amor, y que tendemos a ser mucho más empáticos cuando la razón y los sentimientos se mezclan.
En realidad, cometemos un error en nuestro proceso de evaluación lógica. Pues si todo lo que ocurre le sucediera a una persona que no es cercana a nosotros, seguro que nuestra evaluación lógica no sería igual.
Lo que cambia está claro: la emoción afecta el juicio que normalmente tendríamos, y aflora un sesgo por el aprecio existente.
Podríamos decir que actuamos torpemente, pues es probable que los demás vean algo similar a nosotros, pero sin esa misma emoción construyen otra realidad.
A nuestra mente le sucede como si hubiera comido algo muy dulce, tan dulce, que ya no distingue ningún otro sabor. Todo es azúcar.
Sin embargo, esta situación no es ni buena ni mala. Nos pasa simplemente. Y se relaciona con no querer disminuir a quienes les tenemos afecto y cariño.
Es muy posible que además, de forma inconsciente, nos surja la pregunta: ¿Quién soy yo que tengo a X por amigo, o que estoy con esta pareja?
Entonces, si menoscabamos a la persona, también lo hacemos con nosotros mismos, y por eso tenemos la expectativa de que podría cambiar en el futuro, y de que todo podría cambiar para que sea de una manera distinta.
John Stuart Mill, filósofo y político británico, uno de los padres de la economía, decía que “la humanidad tiene la fatal tendencia a dejar de pensar en una cosa en cuanto deja de ser dudosa, y que esa era la causa de la mitad de sus errores”.
El tener consciencia de esto es esencial, ya que permite disociarnos y evaluar las creencias ahí existentes con una perspectiva diferente.
Lo que ocurre en este caso es simple. Necesitamos un “upgrade” de nuestras creencias para tener otra perspectiva del contexto, y así poder mirar el mundo tal como es visto por otros.