¿Qué piensa sobre el pensar?

Primera Parte por Paul Anwandter

Publicado originalmente en Pnlnet.com

El texto trata sobre la forma en que la información, que captamos del mundo exterior a través de nuestros órganos sensoriales, es procesada internamente hasta llegar a transformarse en nuestro mapa del mundo.

A través de ese artículo, planteo por qué algunas personas enfrentadas a problemas grandes o pequeñas, pueden procesar la información de forma tal, que pueden llegar a conclusiones y tomar acciones más rápidamente que otras. Además, se analiza cómo la cantidad de información de cada individuo le ofrece un sinnúmero de posibilidades, al visualizar soluciones, las cuales le permiten flexibilizar la orientación de su pensamiento, y así tener mayor cantidad de opciones antes de actuar y enfrentar la vida.

Parte I

Si ustedes recuerdan cómo piensan algunas personas, en cuanto a la velocidad con la cual lo hacen, tendrán en mente que hay individuos que lo hacen muy rápido, algunos ni tanto, y, otros, definitivamente lento.

Por supuesto, el parámetro de velocidad debería ser una comparación relativa entre las personas, donde el estándar o promedio de velocidad de proceso sea para mí, lo que consideraría como un promedio normal, dentro de mis propias vivencias y conceptos de normalidad estadística.

Al existir una comunicación entre un grupo de personas, tenemos que cada una buscará y procesará información en distintas velocidades, pero, ¿por qué sucede eso? Me gustaría definir aquí, en nuestro caso, como un proceso, la tarea de analizar un determinado conjunto de variables, asociado a un contexto determinado, para llegar a un estado interno que permita un resultado deseado.

Las conexiones neuronales que hacemos los seres humanos poseen una velocidad del orden de nano segundos.

O sea, por más lento o rápido que pudiera variar la cifra arriba indicada entre una persona y otra, la variación en cuanto a orden de magnitud es muy poco significativa, si la comparamos con la velocidad que empleamos al hablar, por ejemplo, que es bastante lenta con relación a la cifra anterior y ocurre en el orden de mili segundos, o fracciones de segundos.

Entonces, la pregunta que deberíamos hacernos es ¿dónde está la diferencia que hace la diferencia —como diría Bateson— en los tiempos de proceso, si no está en las velocidades de conexiones neuronales?

Muchas veces escuchamos que la velocidad del proceso de pensar está directamente asociada -en países pobres como Chile- con el nivel socio-económico y educacional. Las causas sí pudieran estar en las razones ya esgrimidas por tantas personas y asociadas al factor sociocultural.
El efecto es que, a más información, genera mayores conexiones de neuronas y tenemos una más amplia cantidad de sinapsis ocurriendo de forma simultánea que, en general, se traduce en una mayor velocidad de proceso. O sea, cuantas más sinapsis, más velocidad de proceso.
Las personas que manejan gran cantidad de información pueden procesar más rápido que aquellas que manejan menos. No significa necesariamente que piensen mejor o peor.

Como generalidad, dependiendo de cómo está organizada y significada, sí deberían también hacerlo. Pero, en definitiva, la calidad del resultado del proceso debería ser dado por el contexto y su funcionalidad en el mismo.

Según lo que sabemos de A. Korzybski, no deberían existir mapas mejores que otros, sino aquellos funcionales o no funcionales. Sin embargo, como consecuencia de lo desarrollado anteriormente, podríamos decir que el mapa de algunas personas permitiría procesar más rápido que otros, dependiendo de cuánta información tuviera. En esto también debemos considerar que la velocidad de proceso está directamente relacionada con el ejercicio del mismo acceder.

O sea, si a un físico le hacemos preguntas o planteamos temas relacionados con su saber, su velocidad de proceso y tiempo para alcanzar el resultado deseado serán muy superiores a quienes tienen una vaga noción del problema dentro del grupo de datos que componen el ramo de la física, o, tal vez, llevándolo aún a extremos, con alguien que no sabe nada de física. Si a este mismo físico le hacemos preguntas de un área de información sobre la cual él no tiene ningún dominio, y lo comparamos con la velocidad de proceso de alguien que tiene la misma cantidad de información o datos sobre ese dominio, pero que, como conjunto general, posee un “mapa mental” más limitado, nos encontraríamos que la velocidad de proceso del físico sería igualmente más rápida.

Por otro lado, está la idea de que tener menos información debiera permitir tomar decisiones más rápidas; extrañamente, eso en la práctica no ocurre, pues el que sólo piensa que “el martillo” es la herramienta para todos los problemas debe realizar procesos más largos para adaptar “la herramienta” a una gran cantidad de problemas.

Así como hemos analizado los efectos y distintos ángulos que existen en la velocidad de proceso en el pensar, otra importante variable para el pensar es la cantidad de posibilidades o combinaciones posibles.

La cantidad de posibilidades que se pudiera tener en un desarrollo de pensamiento, sin duda, también está relacionada con el “mapa” de la persona. Incluso este mismo “mapa” permite un proceso generativo por la vía asociativa, donde se pueden desarrollar nuevas posibilidades o combinaciones sobre la base de información que sirve como base de sustentación para llegar a donde se quiere llegar.

Un importante punto, dentro de lo que debemos definir, es a dónde se quiere llegar y diferenciar qué es “una posibilidad”. La cantidad de posibilidades permite que una persona pueda flexibilizar la orientación de su pensamiento. Esas mismas posibilidades se conectan con un árbol lógico que contiene más y más ramificaciones. Cada una de esas ramificaciones irradia nuevas asociaciones. Con un solo pensamiento que se empieza a abrir en dos, cuatro, etc., tenemos una progresión geométrica de posibilidades, sólo limitadas por nuestro deseo de pensarlas y el tiempo que le damos a este proceso.

El pensamiento, primero, tiene una definición muy específica, cada nueva regeneración de éste se aleja de esa especificidad atingiendo niveles de creatividad sin paralelo. Creíamos que el alejamiento del pensamiento generaba una disociación total con el contexto inicial, sin embargo, la conexión lógica se mantiene a pesar de que la comprensión del mismo pudiera estar a un nivel de pensamiento abductivo.

Decimos que existe un pensamiento abductivo cuando se emplea un lenguaje del tipo metafórico. Por ejemplo, si digo, los nombres son duros y las rocas son duras, pudiera decir en algún momento que los hombres son como rocas. Este tipo de asociación con un lenguaje metafórico incluye una estructura abductiva.

Otro aspecto interesante a considerar sobre la cantidad de opciones que pudiera tener un proceso de pensar es cómo esas opciones se relacionan con los estados internos de una persona, dígase, por ejemplo, alegría, pena, tristeza, odio, júbilo, etc.

Dentro del proceso de buscar opciones y, como vimos, a una cierta velocidad, nos encontraremos que cada opción traerá consigo un cierto “sello” o “marca” de codificación con una determinada carga emocional que no es racionalizada.

Si dentro de las opciones de pensar tenemos aquellas que incluyen, por ejemplo, a padres, esposo/a, hijos o amigos, se tendrá, dentro de esa alternativa, una dirección por esa emoción dada por los significados que se les da a cada uno de esos conceptos que hacen parte integrante de posibilidades o combinaciones.

Al pensar en una ecuación matemática, que pudiera ser algo que no incluyera emoción, nos encontramos que, igualmente, el conjunto que forma esas variables, y que son la ecuación en sí, tienen, una emoción que, por el tipo de pensar en general, no lo cuestionamos. Pero, muchos de ustedes deben haber escuchado como algunos matemáticos “ven” belleza en ciertas ecuaciones y sienten una emoción indescriptible al ver como ellas fluyen con una lógica irrefutable hacia la solución.

Considerando lo sistémico que es nuestro cuerpo y, así como cada posibilidad de pensar está asociada a una emoción, tenemos también que en un contexto dado, lo que predomina es la emoción, la cantidad de posibilidades o combinaciones se verá enormemente alterada.

Por ejemplo, si alguien ha tenido algún tipo de accidente en el instante consecutivo inmediato, probablemente, se encontrará con muy pocas alternativas, posibilidades o combinaciones.
Si está en un estado de shock, tal vez no tenga alternativas. En el otro extremo, podríamos encontrar personas que están relajadas mirando hacia algún punto distante, sintiendo una placidez y bienestar, donde se genera una infinidad de combinaciones de pensamientos.
Mientras genero las cantidades de posibilidades o combinaciones debo estar en ese mismo momento “abstraído” de otros procesos concientes. El hecho que existan en el medio exterior a mi ser ruidos, sonidos, imágenes o sensaciones, distintos al proceso que deseo realizar, hace que pierda el foco de mi pensar.

Nuestra mente consciente tiene la tendencia a fijarse en cada señal externa que no está incorporada a nuestra experiencia y tenga alguna explicación.

Muchas veces, a ustedes les puede haber pasado tener cerca un ruido molesto y después de un tiempo, puede ser un par de minutos o de horas, se hace parte del ambiente. Si alguien llega, lo primero que notará será la molestia del ruido, haciéndonos nuevamente concientes del problema que ya habíamos olvidado.

¿Será solamente el acto de abstraerse lo suficiente como para generar más posibilidades o combinaciones en el proceso de pensar?

Me parece que el estar focalizado en sí mismo o abstraído permite y facilita la generación de posibilidades, pero, del mismo modo, es sólo parte de la base del proceso, donde la generación de iconos en un marco espacio tiempo viene a complementarlo.

Los íconos pueden ser desarrollados en la mente como imágenes, sonidos o sensaciones, pero innegablemente atados a un significado. Los significados son los que viajan en nuestra mente y son procesados en velocidades casi como la luz. Para que estos iconos puedan tener sustentación concreta, para nuestra percepción de realidad, les damos un contexto o especificamos conciente o inconscientemente el marco de espacio tiempo o de un dónde y cuándo. Sin embargo, dentro de la abstracción necesaria para desarrollar pensamientos concretos, podemos encontrarnos que, basados en esa plataforma, nuevamente es posible generar un plano abstracto de ideas. O sea, una vez que me encuentro en un proceso interno de abstracción, genero posibilidades o combinaciones. Estas están basadas en iconos (imágenes, sonido, sensaciones) en coordinadas espacio tiempo.

Sobre éstas, puedo volver a generar nuevos iconos que vuelven a ser abstracciones y pensamientos concretos y así por delante, sólo limitados hoy por la cantidad de sustentación de cadenas abstractas relacionadas con significados que nuestra mente pudiera mantener.
A mayor sustentación en el tiempo de cadenas de abstracciones con significados, tendremos mentes más “brillantes”, en el sentido metafórico de poder realizar N múltiples asociaciones con velocidades de proceso por encima del óptimo esperado.

Cuando me encuentro dentro de un proceso abstracto, generando combinaciones y con una determinada velocidad en el proceso, me encuentro sin duda ideando o, dicho de otra forma, teniendo ideas.

Segunda Parte por Paul Anwandter

Publicado originalmente en Pnlnet.com

Parte II

Si voy a escribir un libro, lo estoy haciendo sobre la base de palabras, que, por otro lado, emplean letras de un alfabeto y, todo, esto ya existía. También, tenemos que considerar que las palabras compuestas por las letras son representaciones sobre la realidad percibida que existen como tal, independientemente de nuestra creatividad.

De igual manera, un compositor de música emplea toda la cadena de información que esa área específica de conocimiento que ha sido legada por aquellos de nuestra especie que se han dedicado a ello en el pasado y que han aportado su cuota de información.

Bajo el desarrollo anterior, tenemos que el proceso creativo está sustentado sobre información anterior y se encaja en el modelo de Bateson de Aprendizajes, donde éste, sin lugar a duda, considera un arreglo en las secuencias o generación de combinaciones o probabilidades que vienen a generar nuevas posibilidades que no existían.

Siguiendo la línea anterior, tenemos que, una idea es una abstracción de nuestra mente, en donde la generación de iconos permite la concreción de un proceso, cuya dirección es generar nuevas combinaciones u ordenamientos. Como consecuencia viene inmediatamente a la mente el qué sería entonces el reflexionar o el acto de hacer una reflexión.

La misma palabra reflexionar, al contar con el prefijo “re” nos podría llevar a creer que es “algo”que estamos haciendo por segunda vez y, como consecuente presunción, tendríamos que asumir que esto ya lo hicimos entonces en algún momento.

¿Pero, sobre qué está basado este proceso? Sin duda alguna, parte por abstracción, con lo que conlleva a un plano de relaciones espacio tiempo, asociado a variables con significados específicos, pero acá es donde entra un punto de diferencia.

Algunas variables no han sido totalmente significadas en la “primera” vez que ocurrió el proceso. De esa forma, el volver a encontrarse en el mismo proceso por segunda, tercera, etc. vez permitiría encontrar las respuestas a los significados no encontrados inicialmente.

El permanecer en el estado de abstracción, en la búsqueda de significados, sin poder salir voluntariamente de ese estado, sin duda presenta un cuadro de disociación de la mente con clara disfunción para la persona.

También, me gustaría hacer notar aquí que reflexionar incluye varios procesos simultáneos, como por ejemplo, puedo tener un recuerdo de infancia y, sobre éste mismo recuerdo, “reflexiono”, o sea, puedo hacer un análisis sobre el ambiente, conductas, valores, creencias, personas, relacionando esto con otras variables que eventualmente no tenía ninguna relación directa, pero que al estar en mi proceso de reflexión pasa a tener una conexión y una significación biunívoca.

En el ejemplo de un recuerdo de infancia, yo vivía en Brasil, tenía 6 años de edad y, en ese entonces, iba junto a mi perro, que se llamaba Chumbinho, a pescar en un bote, a un lago cercano a mi casa. Ese es el recuerdo.

La reflexión que puedo hacer con este recuerdo, es cómo esa experiencia temprana la conecto con el grado de independencia que desarrollé y, al mismo tiempo, de aprecio por la amistad y por los animales. Todo esto último no tiene una relación directa solamente con el recuerdo, pero el recuerdo, que me permite conectarlo con mi identidad, posibilita que haga procesos de análisis (reflexiones) sobre situaciones / experiencias / sucesos con otro conjunto de variables.

Es interesante notar cómo las experiencias son percibidas por nosotros y, posteriormente, procesadas. Como ustedes saben, todas nuestras experiencias son percibidas por nuestros cinco sentidos. También que, al estar viviendo alguna experiencia, le daremos prioridad a un conjunto de sentidos, lo que Grinder y Bandler llamaron un “fourtuple”.

Este “fourtuple” representativo de una experiencia se compondría, por ejemplo, de la siguiente manera:

Exp.1 (V, A, K, O/G)

O, sea, si estoy viviendo la experiencia en un concierto de música clásica lo más probable es que mi representación principal esté basada en mi canal auditivo. Pudiera después, por ejemplo, tener una emoción inmediata relacionada con lo que escucho o estar viendo alguna imagen que, asociada a la música, me produce la emoción. Lo más probable es que no estemos prestando atención, en ese momento, a lo que ocurre con nuestro olfato / gusto. Cuando recibo la información de la música y empleo el canal auditivo lo primero que ocurre es la aceptación de la experiencia como tal, comparándola con otras o aprendiendo de la misma, generando una “base de datos” nueva.

Como la música clásica conlleva sonidos estructurados en formatos propios de otras épocas, que traducían significados estéticos claros para los de ese entonces, para el público / espectador de hoy no se traduce ese formato en significados tan directos. Por lo tanto, alguien no habituado a escuchar música clásica, sin experiencia previa, debiera hacer una búsqueda interior. Si encuentra una emoción directamente relacionada, su proceso de escuchar le permitirá vivir un momento de conexión con la experiencia.

Por otro lado, si, en la búsqueda no encuentra una emoción y llegan imágenes que no tienen una conexión directa, se disociará de la experiencia, se conectará con su diálogo interno y empezará a realizar un proceso totalmente distinto al que debería estar existiendo en ese momento.

Si empiezo a vivir la experiencia arriba detallada, de forma disociada (no obtuve conexión con la emoción), estaré sin lugar a dudas realizando un proceso de reflexión inconsciente (existirá diálogo interno), que probablemente oscilará con los cambios de los patrones musicales, la estimulación visual, un nuevo intento de conexión con la emoción y, al no encontrar conexión directa, vuelve a realizar el ciclo.

Está claro que he puesto como ejemplo de experiencia, una situación extremadamente particular que pudiera tener muchas variantes.

Así, si pensamos en experiencias más cotidianas, como encontrarse con alguien (canal visual) y, después de conversar con esta persona (canal auditivo), podríamos también considerar alguna kinestesia, luego, después de verlo o hablarle.

Esta experiencia de encontrarnos con la persona (verla), ya nos genera una serie de pensamientos asociados a muchas representaciones que poseemos como referencia. Por ejemplo, si esa persona tiene un “aire” triste (según nosotros), eso ya nos lleva a creer y presuponer ciertas situaciones o cosas que hablar y preguntar. Si, eventualmente, está con la ropa muy sucia, como por haberse caído al suelo, eso nos llevaría a otro tipo de pensamiento.
Cada uno de esos pensamientos fue procesados de acuerdo a nuestras experiencias previas y significados que manejamos; acá, en este ejemplo, todavía no hemos cruzado una palabra con la persona, pero, de antemano, ya sabríamos mucho sobre por dónde empezar a conversar!
Al empezar a conversar con esta persona y generar un espacio o sistema de comunicación bidireccional, nos encontramos que a cada respuesta verbal, no verbal, haremos un proceso de reajuste de lo que iríamos a decir, congruente con la última respuesta que obtuvimos.

Hago notar que, gran parte de los problemas que existe en estos sistemas de comunicación, tienen relación con la no-existencia de esta retroalimentación de forma sistémica, dentro del mismo sistema. Por ejemplo si alguien quiere comunicar que no está conforme con algo que yo he hecho y, por otro lado, yo respondo en ese contexto como si nada hubiese pasado, estoy generando una ruptura en la retroalimentación del sistema.

Distinto sería, si yo le digo de forma congruente, que me importa mucho conocer su opinión de qué he hecho yo mal y conversar sobre eso, con el mismo nivel de atención e importancia que le está asignando la persona que emite el reclamo.
El complejo sistémico experiencia-pensamiento, aparte del depender de la retroalimentación para que tenga un funcionamiento adecuado, también se basa en los conceptos básicos extraídos desde los significados de la misma experiencia.

Podríamos decir, como Aristóteles, que es la “esencia” primera de lo que estamos viviendo que queda para nosotros almacenada en nuestro banco de memorias para hacer parte de las futuras y múltiples conexiones de nuevos pensamientos.

Cómo estas “esencias” se van correlacionando, tiene que ver con el contexto y nuevas conexiones, así como de la permanente retroalimentación necesaria para validar lo ya aprendido.

Por ejemplo, si al estar conversando con alguien, a quien ya conozco, que, por otro lado, tengo concepto de su identidad que “es” una persona muy simpática, seria y trabajadora, dedicada a su familia y, en el medio de la conversación, me empieza a contar que engaña a su patrón, robándole, pudiera, debido a la retroalimentación obtenida en esta experiencia, primero, cambiar mi “concepto” directo de que era alguien serio y trabajador. Pudiera también, debido a eso, poner en cuestionamiento todos mis otros “conceptos” asociados a la “idea” que tenía de esa persona.

Es claro, también, que, por la asociación de experiencias pasadas, somos llevados a correlacionar proyecciones de cosas que nosotros creemos que son, pero que no necesariamente son efectivas. Es nuevamente cuando nuestro “mapa” es proyectado como mapa de otros, sabiendo igual que no es territorio.

Eso es como que alguien nos contara una película, con sus opiniones y juicios, anticipándonos a los propios, de tal forma que cuando ya fuéramos realmente a verla nos encontráramos que tenemos una “cierta” disposición a estar “polarizados” por uno u otro “concepto”.

En general, lo que ocurre es que nosotros mismos somos los que nos contamos las películas que no hemos visto y ya tenemos una orientación de pensamiento por claves inconscientes que construyen las conexiones lógicas.

Las estructuras de cómo organizamos las conexiones y árboles de pensamientos, de acuerdo a Bateson (nuevamente!), nos podría llevar a creer que tenemos algo como rígido. Pero lo único rígido sería creer que esto es rígido, pues las asociaciones se pueden dar por múltiples conceptos, sentidos (fourtuples), espacios, iconos, ideas, etc., tanto de forma secuencial, como paralela, fragmentaria, caótica o lineal.

La metáfora de los niveles lógicos ha sido una ayuda excelente, pero dentro de los procesos creativos ese modelo con un esquema de predictibilidad linear no encaja de forma adecuada.
De hecho, al hacer “chunks ups” y “chunks downs”, cada uno de los conceptos que suben y bajan, no necesariamente sería iguales para cada grupo de personas.

Si pudiésemos decir, que al “subir y bajar” en niveles de generalización o especificidad deberíamos a tender a “conceptos” como información universal, debido a que empiezan a escapar de nuestras experiencias comunes. Imaginarse qué piensan otras personas es un pensamiento que ha cautivado muchos pensadores, filósofos y, en algunas ocasiones, lamentablemente para la humanidad, a políticos.

Las claves para entender nuestras estructuras de pensar son más claras ahora, pero estamos todavía entendiendo de forma muy tangencial los mecanismos que nos llevan a pensar y procesar, a idear, reflexionar, abstraer y significar las experiencias que vivimos para, en definitiva, ser “humanos más felices”.

Nuestras formas de relacionar información han cambiado, de forma significativa después del computador y la Internet. Lo que dice A. Toeffler es un lindo sueño que probablemente no tenga ninguna relación con la “realidad virtual” que se desarrollará en el área de pensar.
Los seres humanos deberán aprender a hacer conexiones ilógicas más rápidas y aceptarlas como parte del proceso de pensar, de manera que se generen lógicas funcionales adecuadas para nuestros espacios de comunicación y contexto. Quizá en ese entonces, el lenguaje de los sueños ya no necesite interpretación.

Bibliografía

Bateson, George (1972) . Steps to an Ecology of the Mind, Ballantine Books,. New York, N.Y.

Dilts, R., Grinder J, Bandler R., Bandler C., L., DeLozier, J. (1980), Neurolinguistic Programing, Volume I, Meta Publications, USA

Korzybski, A. (1980). Science and Sanity, The International Non-Aristotelian Library Publishing Company, Lakeville, CN.